Aconstumbrados a entrenar con el gorro y la espalda llenos de escarcha, la braga hasta las orejas, y con los guantes, un entrenamiento a las horas que mas calor hace del día también sabemos hacerlo, una salida como los profesionales en hora, y con luz del sol.
Sobre las doce de la mañana suena el móvil, para comunicarme Pedro Luís, que iba con la misma, en momentos de crisis hay algo que disminuye, la presentación de impuestos, así que me comunica que si quería que lo acompañara a la hora de comer.
A las dos y algo nos pones en funcionamiento, y un abanico de posibilidades y circuitos nos abundan, por la noche los tenemos más limitados. Decidimos coger la ronda, por la avenida Príncipe Felipe, en busca de la carretera la Alavesa y el camino de Santa María, y una vez en los pico patos llegamos hasta San Isidro.
El entrenamiento se me esta haciendo algo largo, ya voy con el depósito en rojo, y a la vuelta me cuesta seguir a Pedro, éste me espera, aun nos queda por hacer otra foto, y aminora el ritmo, con la paradoja de que contra menos pulsaciones da, más doy yo.
En el puente de Santa María, nuestros destinos se separan, él vuelve por el camino inicial, soltando el lastre que lo retine. Mis fuerzas, las justas, vuelven a recalcular una nueva ruta, para llegar a casa y empezar a descansar, que mañana será un día de gastar fuerzas en el pantano.
Sobre las doce de la mañana suena el móvil, para comunicarme Pedro Luís, que iba con la misma, en momentos de crisis hay algo que disminuye, la presentación de impuestos, así que me comunica que si quería que lo acompañara a la hora de comer.
A las dos y algo nos pones en funcionamiento, y un abanico de posibilidades y circuitos nos abundan, por la noche los tenemos más limitados. Decidimos coger la ronda, por la avenida Príncipe Felipe, en busca de la carretera la Alavesa y el camino de Santa María, y una vez en los pico patos llegamos hasta San Isidro.
El entrenamiento se me esta haciendo algo largo, ya voy con el depósito en rojo, y a la vuelta me cuesta seguir a Pedro, éste me espera, aun nos queda por hacer otra foto, y aminora el ritmo, con la paradoja de que contra menos pulsaciones da, más doy yo.
En el puente de Santa María, nuestros destinos se separan, él vuelve por el camino inicial, soltando el lastre que lo retine. Mis fuerzas, las justas, vuelven a recalcular una nueva ruta, para llegar a casa y empezar a descansar, que mañana será un día de gastar fuerzas en el pantano.
Subida al puente de Santa María
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